Hoy tiene lugar en Madrid el encuentro Por la Familia Cristiana, encuentro que pretende mostrar su valor inalienable para la Iglesia y la sociedad.
La sociedad tiene su razón originaria en el cultivo y aprecio de la vida, y la vida, en su concepto más profundamente humano requiere un ámbito específico para su desarrollo, y este no es otro que la familia. Ahora bien entender la vida del ser humano más allá del círculo estrecho del determinismo biológico, es decir, reconocer en la condición humana un plus de naturaleza, exige la conciencia de la vida como un don que suscita, por serlo, el estupor, la sorpresa, el agradecimiento. La vida supera el hacer y nos adentra en el ser inalienable de la condición humana.
Sin embargo, asistimos sobrecogidos a la espiral de lo que el Papa denomina cultura de la muerte, que se hace patente sobre todo en la falta de conciencia colectiva ante la gravedad de hechos que antes eran socialmente reprobables y hoy, por desgracia, ampliamente aceptados.
El cambio de mentalidad se debe a la crisis profunda de nuestra cultura occidental, que tenía su fundamento en la objetividad de la verdad y por ello, en la objetividad de la ética que dimana de la misma. Han caído los fundamentos de la antropología que ha cimentado la cultura occidental, es decir, la concepción del hombre como imagen de Dios, y se ha impuesto la idea del hombre autosuficiente, entregado a una libertad no dialogal, sin referencias, sin deseos de trascendencia, obligado a servirse a sí mismo para alcanzar la efímera felicidad que proporciona el momento.
¿Cómo fundamentar sobre estas bases los valores de la entrega generosa, la fidelidad, el respeto, la veracidad, la justicia? ¿Cómo aceptar la institución del matrimonio como el lugar idóneo para la realización de la vida y su transmisión? ¿Cómo entender la familia como servicio a la vida, más aún, como su santuario? Estos son los retos que plantea la sociedad que ha acogido la cultura de la muerte a cuantos creen que el futuro pasa por el respeto a la dignidad de la vida humana, y a su lugar propio de desarrollo que es el matrimonio y la familia.
José Alberto Cánovas es delegado episcopal de Familia y Vida
domingo, 30 de diciembre de 2007
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