domingo, 31 de diciembre de 2006

Cañizares afirma "ETA debe disolverse sin condiciones"

El Cardenal Cañizares afirma que "ETA debe disolverse sin condiciones" ;

El Cardenal Primado, don Antonio Cañizares Llovera, ha presidido la Santa Misa en la Catedral Primada este domingo, 31 de diciembre, en la Fiesta de la Sagrada Familia. Adjuntamos el texto íntegro de la homilía, en la que, tras condenar el atentado de ayer, ha pedido la disolución de ETA y ha recordado que "con el terrorismo no cabe negociación política".
En su homilía ha rechazado las sentencias de pena de muerte y ha dicho también que "lo más grave de todo, el mayor atentado contra vida sigue siendo la práctica del abominable crimen del aborto". "En nuestro país -ha dicho- tenemos la cifra escalofriante de más de un millón desde hace 20 años en que fue legalizado a esta parte; sólo en el año pasado 91.000; seis mil más que el año pasado. Se justifican, así mismo, la manipulación genética con fines experimentales o la eliminación de embriones, no considerados como seres humanos, como si no se tratara de 'unos de los nuestros'.
El Cardenal Primado ha constatado, además, que "nos hemos acostumbrado a esas cuatro quintas partes de la humanidad que pasan hambre o esos millones y millones de hombres, que ya desde niños, no tienen el mínimo necesario para subsistir con dignidad".
También ha denunciado que "el narcotráfico criminal y el consumo de drogas siguen haciendo estragos en la vida de numerosos jóvenes".


HOMILÍA DEL SR. CARDENAL ARZOBISPO DE TOLEDO, DON ANTONIO CAÑIZARES LLOVERA, EN LA FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

S. I. Catedral Primada
Toledo, 31 de diciembre de 2006

Queridos hermanos y hermanas en el Señor, queridas familias aquí presentes o que estáis siguiendo esta celebración por los medios de comunicación diocesanos: Felicidades a todos, porque todos pertenecemos a una familia, porque todos nacemos en familia y de ella hemos recibido cuanto somos. También Jesús nació en el seno de la familia de María y de José. En ella fue creciendo, en el silencio de Nazaret, en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres; compartió, como la inmensa mayoría de los hombres, la vida de familia en Nazaret, donde se nos ofrece una lección de vida familiar, vida de amor y comunión, vida de trabajo, vida religiosa judía sometida a la ley de Dios, vida en la comunidad y de enraizamiento en ella. Con la sumisión a su madre, ya su padre legal, Jesús cumple a la perfección el cuarto mandamiento; es la imagen temporal de su obediencia a su Padre celestial, en cuyas "cosas" debía estar ocupado. Él ha bendecido así toda familia; su obediencia en lo cotidiano de la familia inauguraba ya la obra de restauración, también en el seno de la familia, de lo que la desobediencia de Adán había destruido. Sólo Él sabe lo que hay en el seno de la familia, como sólo Él sabe lo que hay en el corazón del hombre. A su luz, la luz del amor y de la revelación de Dios, se esclarece y descubre la grandeza y la belleza de la familia. Necesitamos contemplar y aprender la grandeza y belleza que vemos en la Sagrada Familia cuya fiesta celebramos hoy. Que la Sagrada Familia de Nazaret “nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su función en el plano socia”l (Pablo VI). Dios nos ha propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a nuestros ojos, pidamos a Dios, hoy y todos los días, nos conceda imitar sus virtudes domésticas y su unión en el amor; así llegaremos gozosos y esperanzados al hogar del cielo (Cf. Oración de la Misa de la Sagrada Familia).
El pasado mes de julio tuvimos ocasión de participar, de una u otra manera, en el gran acontecimiento de gracia y salvación del IV Encuentro Mundial de las Familias con el Papa, en Valencia. Además de ser un encuentro gozoso de Iglesia, un paso de Dios entre nosotros, fue una ocasión que generosamente Dios nos brindó para palpar la belleza y grandeza del Evangelio de la Familia y de la vida. El Papa nos ofreció un riquísimo caudal de enseñanzas acerca de este Evangelio. En nuestra diócesis estamos intentando, y hemos de poner todos nuestros esfuerzos y esperanzas, en llevar a cabo la puesta en práctica de tantísimo como recibimos de Dios en dicho Encuentro. Sabemos con absoluta y total certeza de que es en la familia donde se encuentra el futuro del hombre y de la sociedad, y de la misma Iglesia y su misión. Ella es "el objeto fundamental de la evangelización y de la catequesis de la Iglesia, y también su indispensable e insustituible sujeto" y también la que da la vida a la sociedad (Juan Pablo II). De la familia depende el destino del hombre, su felicidad, la capacidad de dar sentido a su existencia; por ello, el futuro de la humanidad está estrechamente ligado al de la familia. Esta verdad de suyo tan evidente, por paradójico que parezca, sin embargo, se ve negada por una mentalidad, por una actitud y unos comportamientos bastante extendidos en la sociedad actual, tanto en el plano particular como en el público y aún legislativo, que olvida, rechaza, ofende y relativiza el valor del matrimonio y de la familia. Baste como muestra la noticia que hoy mismo da un medio de comunicación social: "La mitad de los matrimonios españoles formados en 2004 se truncaron ese mismo año". Es todo un signo de una mentalidad y de unas actuaciones políticas, sociales y educativas, que llevan, si no cambiamos, a una destrucción del hombre y de la sociedad. Así de grave es la situación.
Recordando palabras del gran "Papa de la Familia", Juan Pablo II, "es necesario sobre todo pasar de una visión de la familia como sector o parte, a una visión de la familia como criterio de la medida de toda la acción política, porque al bien de la familia están vinculadas todas las dimensiones de la vida humana y social: la tutela de la vida humana, el cuidado de la salud y del ambiente; los planes reguladores de la ciudad, que deben ofrecer condiciones habitables, servicios y espacios verdes a medida de la familia; el sistema escolar, que debe garantizar una pluralidad de intervenciones, de iniciativas tanto estatales como de otros sujetos sociales; a partir del derecho de elección de los padres; la revisión de los procesos laborales o de criterios fiscales, que no pueden estar basados solo bajo la consideración de cada uno de los sujetos, olvidando, o peor aún, penalizando el núcleo familiar" (Juan Pablo II). El desarrollo armónico y el progreso de un pueblo dependen en gran medida de su capacidad de actuar sobre la familia, garantizando a nivel legislativo, social y cultural, la plena y efectiva realización de las funciones y tareas de la familia, fundada sobre el matrimonio único e indisoluble de un hombre y de una mujer, enraizada en la comunión y el amor abierto a la vida. Es fundamental dar voz a las razones que motivan la defensa de la familia fundada en el matrimonio. Ella es la principal fuente de esperanza. Nuestra esperanza radica en que todos y cada una de las comunidades y todos los sujetos sociales, crean siempre en la familia fundada en el matrimonio, lugar de amor y de auténtica y exigible solidaridad, fuente y lugar, mejor aún, santuario de la vida.

Invierno demográfico

Europa, y de manera muy singular España, con el índice más bajo de natalidad de la Comunidad Europea, padece un fuerte invierno demográfico. "¿Por qué las cosas están así?", se ha preguntado el Papa Benedicto XVI en su recentísimo Discurso de Navidad a la Curia de la Santa Sede. El Papa mismo añade a continuación: "Las respuestas seguramente son muy complejas": desde los problemas económicos y sociales con que se enfrentan hoy las familias, a la gran dificultad de asumir compromisos definitivos, pasando por las preocupaciones y fatigas de cada día, la dedicación necesaria para abrir a los hijos el camino hacia el futuro, la carencia de tiempo, la inseguridad en lo que hay que trasmitir a los hijos, de las normas de vida que hay que enseñar, de lo que es el justo uso de la libertad, etc. Todo ello pueden ser razones para un futuro incierto, para un temor al futuro, para ese invierno demográfico que es uno de los problemas primero y principal con que nos enfrentamos en Europa, y más aún en España. Pero en el fondo hay una grave y grandísima cuestión: "El hombre de hoy -afirma el Papa- está inseguro acerca del futuro. ¿Es admisible enviar a alguno hacia ese futuro incierto? En definitiva, ¿es algo bueno ser hombre? Esta profunda inseguridad sobre el hombre mismo -junto a la voluntad de retener o poseer la vida para sí mismo- es quizá la razón más profunda, por la que el riesgo de tener hijos aparece como una cosa que no se puede sostener". Ese es, sin duda, el gran problema de nuestro tiempo: el problema del hombre, el problema de su verdad. El relativismo, la incapacidad para compromisos definitivos, el laicismo, el olvido de Dios, no es, evidentemente la respuesta. ¿Podemos estar callados los cristianos en estos temas sin ofrecer la respuesta de la fe a las grandes cuestiones que ahí se encierran? ¿No es nuestro deber alzar la voz para defender al hombre, aquella criatura que, en la unidad inseparable de alma y cuerpo, es imagen de Dios? Dios es la respuesta, la única respuesta al hombre, a la gran cuestión: qué significa ser hombre.

Defensa de la vida

Unida a la jornada sobre la familia, está también la jornada de la defensa de la vida: Hoy, día de la Sagrada Familia, es también el día de la Familia y de la Vida. La voz libre y profética de la Iglesia, cargada de esperanza, resuena con fuerza, y grita y anuncia el Evangelio, la Buena Noticia, de la vida: porque el Evangelio del amor de Dios al hombre, en efecto, el Evangelio de la dignidad inviolable de la persona humana y el Evangelio de la vida son un único e indivisible Evangelio. Con amor y ternura la Iglesia sale en defensa del hombre amenazado, en defensa de la vida despreciada, en defensa de la dignidad humana preterida o violada, y se dirige a los fieles católicos ya todos los hombres de buena voluntad que quieran escucharle. Clama por el hombre inocente, da la cara por el indefenso con energía, apuesta fuerte por la vida, por toda vida humana. Escuchando su mensaje se siente el gozo inmenso de ser hombre, la alegría de haber sido llamado a la Vida, la dicha de ser una de esas criaturas -un hombre- querida directamente y por sí misma por Dios, que quiere que el hombre viva y cuya gloria es ésta: la vida del hombre. La Iglesia no puede callar y dejar de anunciar este Evangelio: ¡Ay de mí si no evangelizo!, leemos en san Pablo; ¡ay de la Iglesia y de sus hijos, si dejamos de anunciar este Evangelio de la vida que no es otro que Jesucristo! Jesucristo al que todos buscan porque todos quieren y anhelan la vida y rechazan la muerte; ante Cristo todos se agolpan, a El todos acuden, aún sin saberlo muy bien, porque ha venido a que los hombres tengamos vida: porque ¡El es Vida!, la Vida que ansiamos. Para esto ha venido al mundo, para predicar esta dichosa noticia y para hacerla realidad, en nuestro mundo y en el venidero.
Si al final del siglo XIX, la Iglesia "no podía callar ante los abusos sociales entonces existentes, menos aún puede callar hoy, cuando a las injusticias sociales del pasado, tristemente no superadas todavía, se añaden en tantas partes del mundo injusticias y opresiones incluso más graves, consideradas tal vez como elementos de progreso de cara a la organización de un nuevo orden mundial" (EV 5). Sin duda, la injusticia y la opresión más grave que corroe el momento presente es esa gran multitud de seres humanos débiles e indefensos que está siendo aplastada en su derecho fundamental a la vida.
El mundo actual trata de apagar o de poner sordina a tan importante mensaje. Son las campañas y la trompetería de los embajadores y servidores de la "cultura de la muerte" y del miedo al futuro que se cierne amenazadora sobre los hombres y los pueblos, sumidos en un invierno demográfico. Es necesario que resuene en nuestra sociedad desalentada este Evangelio, "confirmación precisa y firme del valor de la vida humana y de su carácter inviolable". Es preciso que no se calle ni se debilite esta "acuciante llamada a todos ya cada uno, en nombre de Dios: ¡Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana! Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad" (EV 5).

La guerra y el terrorismo de ETA

"Una de las más decisivas causas en las que se va a jugar el futuro de la Humanidad y la salvación del hombre en este siglo y milenio va a ser la causa de la vida… el siglo XX ha sido el siqlo de las querras, de las más terribles de toda la historia humana. Desde la perspectiva de la fe católica, habría que añadir, además, el período histórico, dentro de la era cristiana, en el que el valor fundamental de la vida se ha visto más universalmente amenazado y más abiertamente puesto en cuestión… Nuevas y gravísimas amenazas se ciernen sobre la vida y la dignidad de la persona humana. En el umbral del siglo XXI, la guerra se sigue utilizando sin escrúpulos como método brutal de solución a los problemas políticos… Se usa y justifica el terrorismo con su secuela de asesinatos, crímenes, vidas y familias destrozadas como recurso legítimo para obtener no se sabe bien qué fines políticos, sociales o culturales".
Ahí tenemos el espantoso e inhumano atentado de ayer en la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas. Respecto a este reprochable en todos sus extremos atentado terrorista de los asesinos, terroristas de ETA, haciendo mías las palabras de la Conferencia Episcopal, expreso mi afecto y sincera solidaridad con las víctimas, especialmente con los familiares de los que han sido asesinados y con los heridos, o dañados de cualquier modo, en este atentado. Y con las palabras de la Instrucción Pastoral "Orientaciones morales ante la situación actual de España", reitero que el "terrorismo es intrínsecamente perverso, del todo incompatible con una visión moral de la vida, justa y razonable", y que no "sólo vulnera gravemente el derecho a la vida y a la libertad, sino que es muestra de la más dura intolerancia y totalitarismo". "El gobierno -añade la Conferencia- los partidos políticos y todas las instituciones estatales tienen que trabajar conjuntamente, con todos los medios legítimos a su alcance, para que llegue cuanto antes el fin del terrorismo. Todos están obligados a anteponer la unión contra el terrorismo a sus legítimas diferencias políticas o estratégicas. Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político legítimo de ningún sector de la población, ni puede tenerla como interlocutor político".
Como tantas veces he repetido: ETA debe desaparecer, debe disolverse sin condiciones. Con el terrorismo, con los terroristas, no se negocia, no cabe negociación política; es necesario que se mantenga vivo y firme el Estado de Derecho, con la unidad de todas las fuerzas políticas y sociales en ese mantenimiento del Estado de derecho, que implica siempre el respeto a la inviolabilidad de la dignidad de todo ser humano y la defensa y protección de la vida humana y del bien común.
Al condenar enérgicamente “sin paliativo alguno” este atentado, constatamos una vez más que el terrorismo constituye una estructura de pecado y pido a todos, a todas las comunidades, que perseveremos en la oración por la víctimas del terrorismo y por sus familiares, por la conversión de los terroristas y el cese de la violencia, y para que Dios otorgue sabiduría y fortaleza a los gobernantes en sus decisiones y acciones, encaminadas a la desaparición del terrorismo.

La pena de muerte y el crimen del aborto

Dentro de esta jornada de defensa de la vida no puedo dejar de referirme también a las sentencias de penas de muerte y su ejecución, que no desaparecen en el mundo, como ayer mismo pudimos comprobar. Lo más grave de todo, el mayor atentado contra vida sigue siendo la práctica del abominable crimen del aborto. En nuestro país tenemos la cifra escalofriante de más de un millón desde hace 20 años en que fue legalizado a esta parte; sólo en el año pasado 91.000; seis mil más que el año pasado. Se justifican, así mismo, la manipulación genética con fines experimentales o la eliminación de embriones, no considerados como seres humanos, como si no se tratara de "unos de los nuestros". Nos hemos acostumbrado a esas cuatro quintas partes de la humanidad que pasan hambre o esos millones y millones de hombres, que ya desde niños, no tienen el mínimo necesario para subsistir con dignidad. Se vende, sin ninguna justificación e incluso falseando los mismos datos de las Naciones Unidas el llamado "boom demográfico" con políticas antinatalistas puestas al servicio de intereses económicos e ideológicos.
El narcotráfico criminal y el consumo de drogas siguen haciendo estragos en la vida de numerosos jóvenes. "La vida de los no nacidos, de los enfermos terminales, de los ancianos, de los disminuidos de todo tipo… se encuentra cada vez más desamparada no sólo por las leyes vigentes, sino también por las costumbres y estilos de vida más en boga en la sociedad actual. Parece que se trata de vidas humanas de inferior valor y menos dignas de protección jurídica y social que las de los sanos, fuertes y autosuficientes en lo físico, lo psíquico y lo económico-social. Es evidente: gana terreno lo que el Papa Juan Pablo II calificó como la cultura de la muerte. Pero la muerte ha sido vencida en su misma entraña por el Evanqelio de la vida, por Jesucristo, muerto en la Cruz y resucitado para nuestra salvación".
Los que creemos en Jesucristo y tenemos la firme convicción de nuestra llamada a la vida, los que queremos al hombre, no podemos desalentarnos, no cejaremos jamás en la defensa de este hombre amenazado. Tengamos esperanza. Dios esta con nosotros. Es Emmanuel. Si hoy, con razón, nos avergonzamos de los tiempos de la esclavitud que en aquel entonces se justificaba legalmente, no tardará en llegar un día en que nos avergoncemos y arrepintamos de esta cultura de muerte, también legalmente establecida. Es preciso crear una conciencia más profunda y arraigada del don maravilloso de la vida y, consecuentemente, de una cultura de la vida. Ahí es donde está el futuro, ahí es donde está el verdadero progreso. Es el progreso y el futuro que descubrimos en la Sagrada Familia.

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