La familia ;
En el marco de la Navidad, la liturgia de este domingo nos presenta para nuestra contemplación a la Sagrada Familia de Nazaret, donde el centro es Jesús, y para Él vive su madre María y José, que hace las veces de padre. La fiesta litúrgica de la Sagrada Familia quiere hacernos crecer en las virtudes domésticas, todas ellas engarzadas por el amor auténtico.
El proyecto de Dios sobre la familia es un proyecto precioso. Un varón y una mujer, atraídos por el amor recíproco, se comprometen a vivir en fidelidad mutua para toda la vida, bendecidos por el sacramento del matrimonio. De ese amor fecundo normalmente nacen hijos, que son un regalo del mismo Dios y que llenan de alegría y esperanza el hogar familiar. Los hijos vienen a ser como el tirón permanente para una entrega continua del padre y de la madre, que van desgastándose y dando la vida progresivamente, hasta que ellos mismos necesitan ser atendidos en su vejez por sus hijos, como si volvieran de nuevo a la infancia.
El proyecto de Dios está muy bien pensado, y Dios quiere hacer feliz al hombre por este camino de la familia. Precisamente, porque quiere hacerle feliz se compromete a darle su gracia, a ayudar al hombre en sus dificultades, a transfigurar el sufrimiento por medio del amor que no se extingue. Dios está de parte de la familia, y nos presenta en esta fiesta el modelo imitable de la Sagrada Familia de Nazaret.
Cuando el hombre se empeña en apartarse de Dios, también la familia se resiente y la felicidad del hombre, la propia y la ajena, es puesta en peligro. Sin la luz de Dios, hasta la razón humana queda oscurecida, llegando a planteamientos verdaderamente aberrantes.
Hoy se ponen en crisis los fundamentos mismos del matrimonio. Se rompe la complementariedad, y se propone un matrimonio de dos personas, incluso del mismo sexo, que hacen de su relación afectivo-sexual un juego. La persona pasa a ser un objeto de posesión, una cosa. El amor ya no es el don gratuito de sí mismo, sino la satisfacción de una necesidad irreprimible. Cuando esta necesidad no queda satisfecha, la persona queda frustrada, e incluso se hace violenta. La violencia doméstica se ha disparado.
La generosa apertura a la vida queda taponada. La vida no es transmitida, porque en el fondo no se estima como algo precioso. Asistimos en nuestros días a una verdadera catástrofe en el tema de la natalidad. Uso generalizado de anticonceptivos, masculinos y femeninos. Recurso creciente al aborto, incluso en las últimas semanas de embarazo. Un millón de españoles han sido asesinados en el seno materno legalmente, impunemente, en los últimos años. Manipulación de embriones, matando los que sobran. Clonación como negocio del siglo, aunque sea matando a seres humanos. Apartado de Dios, el hombre se vuelve contra el hombre. Alejado de Dios, el hombre no es feliz. Dios es la única garantía de los derechos humanos, especialmente de los más débiles.
La fiesta de la Sagrada Familia es una llamada a vivir la familia según el plan de Dios. Sólo el plan de Dios proporciona la felicidad que el hombre busca. Fuera de Dios, el hombre se precipita en su propia ruina. Que Jesús, María y José, la Sagrada Familia de Nazaret, nos concedan vivir el evangelio de la familia, para poder decir al hombre de hoy lo precioso que es el plan de Dios, tal como el Papa Benedicto XVI nos lo ha propuesto en Valencia para todos.
Con mi afecto y bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Tarazona
domingo, 31 de diciembre de 2006
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