domingo, 14 de enero de 2007

Una sola familia

Una sola familia


Carta pastoral de D. Juan José Asenjo Pelegrina, Obispo de Córdoba, escrita con motivo de la Jornada Mundial de las Migraciones.
Queridos hermanos y hermanas:
Este domingo celebramos la Jornada Mundial de las Migraciones con el lema Una sola familia. Es una buena ocasión para que tomemos conciencia de las múltiples necesidades que tienen nuestros hermanos inmigrantes, ante las que no podemos permanecer indiferentes.
En los últimos años, nuestra Iglesia diocesana ha ido creando servicios a favor de los inmigrantes y de su integración: casas de acogida, centros de orientación y asesoramiento, espacios de encuentro, etc.
Igualmente ha crecido el número de personas que, urgidas por la caridad de Cristo, dedican parte de su tiempo a ayudarles. Alabo los esfuerzos de las comunidades parroquiales, que salen al encuentro de estos hermanos, los acogen e invitan a recorrer juntos el camino de la fe vivida y celebrada comunitariamente en la parroquia, a la que los inmigrantes también enriquecen con savia nueva. Doy gracias a Dios por lo que entre todos vamos logrando.
Hemos iniciado un camino de encuentro fraterno, acogida evangélica e integración de los inmigrantes en nuestras parroquias, ciudades, pueblos y barrios. Queda, sin embargo, mucho por hacer. Por ello, os invito a fortalecer nuestro compromiso cristiano en este sector pastoral, pues cada uno de los inmigrantes es alguien que nos pertenece, alguien de nuestra propia familia, la familia de los hijos de Dios.
La Jornada de las Migraciones de este año nos advierte que el inmigrante no está solo. Tiene una familia, a la que debemos ayudar y acoger.
El Santo Padre Benedicto XVI, en su mensaje para esta Jornada, nos invita a reflexionar desde la fe sobre la familia del inmigrante y sobre la familia inmigrante. Os recomiendo vivamente su lectura. Después de poner como modelo de la familia inmigrante a la Sagrada Familia de Nazareth en el exilio, nos recuerda la situación de todos aquellos que tienen que salir de su país y de 2
su casa para ganarse el sustento. “Percibimos -nos dice el Papa- las dificultades de cada familia emigrante, las penurias, las humillaciones, la estrechez y la fragilidad de millones y millones de emigrantes, prófugos y refugiados. La Familia de Nazareth refleja la imagen de Dios custodiada en el corazón de cada familia humana, si bien desfigurada y debilitada por la emigración”.
El Papa nos recuerda que la familia es “lugar y recurso de la cultura de la vida y principio de integración en valores”. Por ello, os aliento a acercaros cálidamente a las familias inmigrantes, a procurar que puedan seguir cultivando sus lazos familiares, bien con la familia de origen: padres, esposos y esposas, hijos e hijas que dejaron en su país de natal; bien con la familia reagrupada en nuestro país.
El Papa Juan Pablo II nos dejó dicho en 1993 que “las familias emigrantes deben tener la posibilidad de encontrar siempre en la Iglesia su patria”. En la Iglesia efectivamente nadie debe sentirse extranjero. Por ello, en nuestras parroquias, comunidades religiosas, asociaciones, movimientos y grupos cristianos, no debemos escatimar esfuerzos para ayudar a estas familias, pues como afirma el Papa Benedicto XVI en su mensaje, “si no se garantiza a la familia inmigrada una real posibilidad de inserción y participación, es difícil prever su desarrollo armónico”.
La fe sencilla y fervorosa de muchas familias inmigrantes latinoamericanas, y su apego a valores auténticos que se están perdiendo entre nosotros, es un revulsivo para nuestras comunidades cristianas, a menudo envejecidas y aburguesadas espiritualmente. También por esta razón, hemos de acogerlas e incorporarlas a nuestras parroquias. Es grande la riqueza y dinamismo que pueden aportar a nuestra vida comunitaria, a nuestras celebraciones, a la catequesis y al apostolado, como he tenido ocasión de comprobar con gozo en mis visitas a las parroquias. En el caso de familias de otros credos, a pesar de los muchos interrogantes que en estos días suscitan a la comunidad cristiana de Córdoba algunas pretensiones desmesuradas y fuera de lugar, también hemos de acogerles con respeto y servirles en la medida de nuestras posibilidades como hijos de Dios que son, con el mismo respeto que hemos de exigirles a ellos por nuestras raíces cristianas, nuestra historia y nuestra Catedral.
Finalmente os invito a que este domingo, en la Eucaristía, Dios quiera que sea con la presencia de muchas familias inmigrantes, pidamos al Señor que ayude a todas las comunidades cristianas de nuestra Diócesis a acoger y servir a nuestros hermanos inmigrantes, para que también ellos participen de la mesa familiar, larga y cálida de nuestra Iglesia diocesana.
Que la Familia de Nazareth, que conoció también los rigores de la inmigración, aliente y bendiga el servicio de la Delegación Diocesana de Migraciones y de las parroquias a favor de nuestros hermanos inmigrantes y sus familias.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Obispo de Córdoba

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