POR IGNACIO CAMACHO
MÁS antiguo que el hilo negro. Eso es lo que resulta el tal Moreno Montoya, que rima con joya, con su zafia pornoexposición blasfema y su soez provocación de vía estrecha. Subvencionada por la Junta de Extremadura, porque eso sí, aquí somos todos muy modernos, muy rompedores y muy vanguardistas, pero la modernidad y el rupturismo los tiene que apoquinar el contribuyente. Y si al contribuyente, pongamos por caso, le ofende o le repugna que el moderno de guardia se tome sus creencias a grosera chacota, pues que se fastidie. Agua y ajo. Que rima con Tajo.
El tal Moreno Montoya, que rima con bambolla, se cree un heterodoxo incomprendido, un atrevido iconoclasta que pone en solfa con brillante rebeldía la moral establecida y la hipocresía católica, pero no es más que un triste, rancio y rijoso victimista. Que además juega con ventaja. Primero porque su presunta transgresión creativa se acolcha en el cojín de la subvención oficial, y segundo porque sabe que ni la Iglesia ni sus fieles van a hacer otra cosa que escandalizarse durante un ratito y acordarse de su señores padres durante otro. Inofensivo todo ello. Por el contrario, si este preclaro Cartier-Bresson extremeño, este ilustre Hamilton de la dehesa, este egregio Man Ray del alcornocal, hubiese desplegado todo su desafiante coraje en retratar a Mahoma masturbándose con Jadicha o sodomizando a un camello, no encontraría en todo el planeta un agujero lo bastante profundo para ponerse a salvo de la santa ira de los hijos de Alá. Y ninguna Alianza de Civilizaciones podría esquivar la fatwa sangrienta que caería sobre el político capaz de subvencionarle su escatológico delirio.
Pero el rompedor artista y su progresista mecenas no son tan valientes para universalizar su desafío ejercitando su fértil imaginación erótica con los símbolos sagrados de la fe musulmana. Ellos se conforman con ofender la tolerancia de sus conciudadanos, para poder alzar una quejica protesta contra la habitual incomprensión de la España reaccionaria y clerical, zaragatera y triste, inquisitorial y rancia, que siempre tiene en una mano una antorcha para prender la hoguera de los heterodoxos... y otra para apoquinar con sus impuestos el dinerete de la travesura. Y que además se deja apostrofar de ignorante y antigua por no alcanzar a apreciar los elementos de insondable plasticidad estética que se contienen en la foto de una Virgen masturbando a un Cristo, en vez de mandar al autor y a su protector a esparragar y reclamarle la pasta que se han gastado en semejante parida y tan palmario fraude.
Porque a ver si se enteran los dos, y de paso el Gobierno extremeño en pleno: esas fotos no son ni modernas, ni vanguardistas, ni audaces, ni innovadoras, ni siquiera una burla inteligente o aguda, sino una insultante, tarada y procaz basura, una vulgar, añeja y prostibularia blasfemia. Que tiene todo su derecho a proferir, retratándose moralmente a sí mismo, el tal Moreno Montoya, que rima con farfolla, pero resulta absolutamente indigna de que una institución democrática la honre con una subvención. Que rima con dimisión.
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