jueves, 15 de marzo de 2007

ESPAÑA: CATOLICOS INSULTOS Y OBSCENIDAD

Insulto y obscenidad
POR EDURNE URIARTE
En una buena parte de los casos, la obscenidad es a la creación artística lo que el insulto al análisis intelectual. La palabra gruesa, el improperio o la burla del intelectual son el «caca, culo, pis», o la pornografía, del artista. Con una diferencia. El insulto intelectual se reconoce y, en general, se reprueba, pero la obscenidad artística ni se reconoce ni se reprueba. Lo primero no trasciende la consideración social del mero insulto, lo segundo se convierte, para muchos, en creación artística.
Ése es uno de los problemas de fondo que sirven para entender que unas fotografías pornográficas sobre Cristo y la Virgen María hayan podido ser subvencionadas por la Junta de Extremadura. Pero hay mucho más. Porque en este caso la supuesta creatividad artística es para la Junta antes una coartada que un principio. La Junta jamás habría subvencionado unas «obras artísticas» semejantes protagonizadas por Zapatero y los ministros. O protagonizadas por líderes del PP. Ni protagonizadas por casi nadie. La libertad artística habría decaído, como debe ser, ante la obviedad de la denigración de personas y valores.
Menos con el catolicismo y la Iglesia católica respecto a los que, en muchos círculos de nuestro país, cualquier cosa, por muy ofensiva, injuriosa, o, simplemente, grosera y soez que sea, se considera creación artística. Y la libertad de expresión, incluida la libertad para el insulto o la obscenidad, se vuelve infinita.
En una democracia madura como la española se entiende que la libertad de expresión tiene unos límites marcados por el respeto a las personas y a algunos valores y principios. Precisamente por eso, el propio PSOE ha impulsado a través del Instituto de la Mujer la retirada de un anuncio de Dolce y Gabbana por considerarlo sexista e incitador a la violencia contra las mujeres. Algunos discrepamos de esa interpretación. Pero sí aceptamos su filosofía general sobre la libertad de expresión. Que la libertad de expresión, sea la de los artistas o la de cualquiera, tiene límites. No sólo cuando se ataca la dignidad de las mujeres, también cuando se ataca la dignidad de los católicos.

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