¿Educación escolar separada o mixta? Tras tres décadas de predominancia de la coeducación (educación mixta), cada vez son más las voces que se alzan cuestionando sus ventajas.
En España, apenas el uno por ciento de los centros escolares son de educación separada. El debate se reabría la pasada semana, cuando la Confederación Católica de Padres de Alumnos (CONCAPA), que agrupa a más tres millones de familias, reclamaba que se revisen «los falsos dogmas adoptados sin, al parecer, demasiadas reflexiones o estudios» que encumbraron a los colegios mixtos a inicios de los años 70.
Afirma la asociación católica que, «mientras en España continuamos con el lamentable reduccionismo ideológico que considera intrínsicamente malo y machista la existencia de colegios para la educación de un único sexo, países más modernos como Francia, Inglaterra y Estados Unidos comienzan poner en entredicho el asumido por algunos como «falso dogma»».
Según Luis Carbonell, vicepresidente de Concapa y de Concapa Aragón, lo que esta asociación católica pide no es que se elimine la coeducación, sino que «no sea un dogma acríticamente impuesto».
«Pretendemos que haya una verdadera investigación sobre qué modelo es mejor para nuestros alumnos, y que se abra un verdadero debate social en el que los padres reciban información y puedan ejercer su derecho a elegir la educación que quieren para sus hijos», apostilla.
Ya hace unos meses, la coeducación en Francia se cuestionaba con ocasión de la publicación del libro «Las trampas de la enseñanza mixta» de Michel Fize, y de un artículo sobre el mismo en el rotativo francés «L’Express», donde se indica que la coeducación en el país galo no ha conseguido asegurar la igualdad de sexos ni de oportunidades.
Para Concapa, que se hace eco de estas reflexiones, «es evidente que la persona, sea hombre o mujer, tiene los mismos derechos y le corresponden las mismas oportunidades, pero ello no implica necesariamente que deba uniformarse a hombres y mujeres haciéndoles perder sus diferencias. Cada alumno requiere un tratamiento distinto, individualizado, personal y para ello, obviamente, debe tenerse presente su sexo por parte del docente, del tutor y de la sociedad».
«Se ha constatado en los países señalados que los alumnos y alumnas escolarizados en centros no mixtos obtienen mejores resultados que los que asisten a colegios mixtos, por lo que se propone -tanto en Francia como en EE UU- un sistema más flexible y pluralista para los centros públicos en la etapa de 11 a 15 años», prosigue.
Efectivamente, hay países -Gran Bretaña, por ejemplo- donde la red escolar está formada por centros masculinos, femeninos y mixtos, con la misma consideración. Los resultados de los exámenes nacionales revelan el buen resultado de las escuelas no mixtas.
El largo camino hacia la coeducación.- La coeducación, nacida en medio de la lucha por los derechos de la mujer, es un término que agrupa dos cuestiones muy diferentes: por un lado, la igualdad de currículos (que una mujer tenga derecho a recibir una educación igual que la del hombre), por otro, el acceso a los mismos centros de enseñanza, con clases mixtas.
Las ventajas de la coeducación, puestas ahora en entredicho, comenzaron a tomarse en cuenta en Europa a mediados del siglo XVIII. Según las ideas educativas vigentes entonces, hombres y mujeres fueron creados por Dios para desempeñar destinos sociales distintos y, en consecuencia, también su educación debía ser muy diferenciada.
Para la profesora de filosofía Marisa Montero, la justificación teórica viene de la mano de Rousseau que se erige como padre indiscutible de la pedagogía moderna al constituirse como punto de referencia de todas las propuestas pedagógicas de los siglos XIX y XX. En coherencia con la idea de los destinos sociales, Rousseau planteaba unos principios totalmente diferenciados para la educación de niños y niñas: para Emilio (protagonista masculino de su libro Emilio o De la Educación, 1762) el proceso educativo se basa en la experiencia y en el respeto a su personalidad, y debe proporcionarle los conocimientos adecuados para convertirse en un sujeto con criterios propios, libre y autónomo; por el contrario, la educación de Sofía (protagonista femenina que aparece en el último tomo de su obra Emilio) debe ir encaminada a hacer de ella un sujeto dependiente y débil.
Sin embargo, François Poulain de la Barre, racionalista francés seguidor del pensamiento cartesiano, escribe en 1673 “De los dos sexos, Discursos físico y moral”, donde se ve la importancia de deshacer los prejuicios, y “De la educación de las damas” en 1674. También francesa, Olympe de Gouges escribe su “Declaración de los Derechos de la mujer y de la Ciudadana” en 1791 (fue guillotinada el 3 de noviembre de 1793).
En 1792 Mary Wollstonecraft publica su obra “Vindicación de los Derechos de la Mujer en Inglaterra”. Todas las obras mencionadas defienden, con muchos y variados argumentos, la misma educación para las mujeres y para los hombres.
Emilia Pardo Bazán, como consejera de Instrucción Pública, propone en el Congreso Pedagógico de 1892 la coeducación a todos los niveles, con objeto de superar la división de funciones asignadas al hombre y a la mujer. Sin embargo, esta propuesta no es aprobada en las conclusiones finales. La postura de Emilia Pardo Bazán apoya la experiencia educativa que desde 1876 hasta 1938 llevará a cabo la Institución Libre de Enseñanza, cuyos principios pedagógicos se vinculan a la coeducación y al laicismo.
En la Segunda República, cuando la coeducación fue admitida y considerada necesaria, sólo una minoría de centros llegó a tener carácter mixto. Al final de la guerra civil queda cerrada, por un largo período de tiempo, la opción de la escuela mixta. La legislación franquista prohibirá de nuevo la escolarización conjunta de niños y niñas en los niveles primarios y secundarios, aunque existe el currículum prácticamente único (excepto algunas materias), con el Plan del entonces ministro de Educación Ibáñez Martín (años 40). (Fragmento)
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